Andrés Rigoberto Ordóñez

¿Qué es para mí bailar?

Empezaré diciendo que nosotros somos los efímeros pero la danza NO. Para mí bailar significa resistir y no me refiero solo a rebeldía, me refiero a aprender a vivir conmigo mismo. Alguien alguna vez intentó apagar mi fuego y, fue cuando bailé, que aprendí a no extinguirme. Para mí bailar es aprender a descifrar, a traducir, a crear y recrear no solo al otro, sino a mí mismo, para mí bailar es un acto de amor hacia mí mismo, porque me expongo, porque me comparto, porque cuando bailo también te entiendo. Bailar es acompañar. Te confieso algo: a mí me encanta sacarme el aire bailando, me encanta detenerme y sostener mi cuerpo en el movimiento; lo hago porque me pone en riesgo, en todas las formas posibles. Es mi cuerpo, entonces, nada más, no puedo ocultar lo que soy, simplemente soy. Para mí bailar, sea cual fuese la técnica, el estilo o la forma-contenido de hacerlo, se traduce en un modo de fracturar la realidad; es darnos la posibilidad de concebir aquello que pensamos inimaginable y, cuando algo se fractura, se rompe, y cuando se rompe, te da la oportunidad de decidir dónde colocarte, o simplemente cómo curarlo, pero tú escoges el modo de hacerlo. 

 

Son años y años, que vengo bailando, pero en el proceso y después del mismo, entiendo que bailo para sobrevivir, para no extinguirme, para recordarme que estoy vivo y que no estoy solo. Es mi forma de construir experiencias. Bailar es confiar en mí y en el otro, confiar es una decisión; por lo tanto, bailar es decidir. Confiar, decidir y bailar es un acto de amor. Pero como en el amor, la danza a veces también duele y, de vez en cuando, nos termina dando una patada. Pero es esa patada la que nos recuerda lo vivos que estamos.

¿Enseño lo que bailo?

Lo intento, pero no que bailen o vean la danza como yo la veo; creo que cada uno debe enseñarse a sí mismo cómo habitar su propia danza, y estoy yo ahí para tratar de que ese proceso se produzca. Para mí enseñar es descubrir/nos; el acontecimiento educativo es un acto de diálogo permanente, y no solo verbal, sino de cuerpo y de acción. Enseño retos, como formas de afrontar desde cada uno los diversos sistemas de movimiento; creo que cada cuerpo y colectivo tiene su propio modo de construir el proceso pedagógico. Me gusta pensar a la enseñanza como un proceso de negociación. Intento que se produzca un acto de negociación con los diversos estilos y técnicas de danza, con los discursos, con las estéticas y los referentes. También trato de enseñarme a mí lo que puedo aprender del otro. No enseño solo la forma como bailo, intento enseñarles a confiar y a compartir, me interesa que descubran su propio lenguaje de movimiento, su discurso y sus objetivos con la danza y la vida. Quiero enseñarles a que nunca pierdan las ganas de aprender y que no busquen quedarse con solo aquello que yo ahora les puedo brindar, porque siempre hay posibilidades en esto. Trato de enseñar a encontrar caminos.

 

Enseño a mirar a la danza como un campo expandido, donde no solo está el cuerpo y el movimiento, sino que se produce un proceso transdisciplinario desde múltiples lenguajes, conocimientos y pensamientos. No me gusta quedarme con nada, ni cuando bailo, ni cuando enseño; es darlo todo. Sí creo que enseño lo que bailo, porque lo hago con ellos, porque construyo a través de ellos y viceversa. Soy también lo que me dejaron mis maestros.  Inevitablemente enseño lo que soy, lo que bailo y lo que creo.

¿Cómo aprendo?

Aprendo haciendo, aprendo “acertando” y también “equivocándome”. A ratos me quedo parado mirando y veo cómo lo hace el otro y trato de descifrar ese modo de hacerlo, y es cuando aprendo un modo propio. He bailado múltiples lenguajes y estilos de danza, cada uno tiene sus principios, sus modos, sus porqués y sus paraqués. Me gusta arriesgarme, aunque al inicio me dé miedo, pero es necesario, porque a la final todo es una herramienta, que usas cuando la necesitas, y que la guardas cuando no.  Reconozco que me gusta mucho la técnica, el unísono, el partnering, el fraseo rápido, los allegros, los chaines, los gestos, bailar con objetos, bailar en grandes escenografías, bailar en la calle.  Todo esto se traduce en un cómo hacerlo; por ende, en un modo propio de aprender y de proponer.

 

Aprendo desde hacer de la danza un collage de lenguajes, de pasos, de estados, de elementos y de necesidades. Aprendo de escuchar al maestro, al coreógrafo, al compañero, al alumno, porque en esa experiencia, está el conocimiento. No solo estudio danza en mi vida, formalmente estudio diversos ámbitos del arte, de la cultura, de la producción, de la creación, de la pedagogía, y cuando menos me lo espero, los llevo a mi campo dancístico y aprendo a mirar a la danza desde otro lugar, desde otra necesidad, desde un proceso de actualización constante.

Foto: Andrés Ordóñez

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