Experiencia en transmisión de conocimientos.
Por: Cristina Baquerizo. Testimonio
Me he enfocado en investigar varios métodos de formación que permitan fortalecer bases técnicas. Durante el proceso he encontrado varias herramientas que provienen de un lenguaje más universal, por ejemplo, las técnicas marciales, atletismo, métodos somáticos, teatro físico y otras técnicas que contribuyen al trabajo de conciencia corporal como la respiración, el manejo de diferentes calidades de movimiento, contención y liberación de energía.
Al hablar de bases me refiero a volver a los principios físicos y conceptuales del movimiento. Explorar a través del cuerpo la gravedad, el peso, líneas de tensión, la dirección, la física pura en general, para que los estudiantes comprendan el origen de las formas que generan con el cuerpo y su potencial. Entender cómo manejar su propio peso expandirá sus posibilidades desde la conciencia de las acciones que ejecutan y la confianza para poder exigir un poco más.
Mi formación fue poco convencional, sobre todo en las bases. Me di cuenta de que no confiaba en mi cuerpo, algo estaba mal. Cuando empecé a estudiar danza, las clases iban directo a la forma; no se daba tiempo para descubrir y poder entender qué nos pasaba en el cuerpo. Tampoco había espacios para entender los recursos teóricos y prácticos que facilitasen su ejecución; se obviaba información muy necesaria como anatomía, biomecánica, improvisación como medio de estudio, entre otras. Había una tendencia a copiar movimientos y saltarse la reflexión acerca de las técnicas que ayudan a la preparación del bailarín. En resumen, carecía de herramientas básicas para construir y desarrollar mi carrera. Además, me di cuenta del abismo que había entre interpretación y técnica en las clases; todo era copiar frases, memorizarlas y adivinar de dónde venían los movimientos. Eso, entre otras cosas, generó conflicto en mí.
Por esta razón decidí buscar otras opciones y volver a los cimientos. Así descubrí prácticas como el contact improvisation, la cual considero una valiosa herramienta que trabaja desde la sensación y la experimentación. Es un lenguaje que ayuda a reconocer nuestro propio peso y cómo manejarlo, de tal manera que, al trabajar en contacto con otro cuerpo, seamos capaces de generar un diálogo mutuo y armónico.
A los 19 años me mudé a La Habana buscando la escuela de danza. Al llegar descubrí el trabajo de piso, contact y partnering; compañías contemporáneas como Retazos y Danza abierta, que fueron las que más me gustaron, practicaban estas técnicas. En aquel momento debía decidir si entrar a la escuela y recibir cuatro años de técnicas de danza moderna, lo cual se salía un poco de mi interés, o entrenar independientemente con alguna de esas compañías. Me decidí por el lado informal, estuve tres años entrenando con la compañía Danza Teatro Retazos, el bailarín a cargo del entrenamiento era Jorge Alcolea. La exigencia era grande, ya que los bailarines de Retazos tenían una formación más sólida que la mía, pero me mantuve intentando aprovechar toda la información que recibía. Fue difícil porque mi mente entendía la técnica pero mi cuerpo no estaba listo, tenía muchos vacíos y me costaba más que a los demás captar la información. Cuando regresé a Ecuador no tenía dónde poner en práctica este proceso y seguir entrenando todo el conocimiento que traía de La Habana, así que empecé a entrenar por mi cuenta. Me di el tiempo de escuchar a mi cuerpo y responder a las demandas y preguntas que tenía desde hace mucho tiempo. Entonces empezó un proceso de investigación individual; busqué otros recursos para entrenarme y todo empezó a cambiar. De pronto ya no estaba peleada con mi cuerpo, entendía lo que estaba haciendo y fui encontrando un método para mejorar. Otros referentes llegaron a mí, como el teatro físico que, considero, es una de las tendencias que más me ha influenciado con el trabajo en pareja y las propuestas escénicas que trabajan a partir de la acción y la teatralidad. Mi entrenamiento se simplificó con ejercicios básicos como, por ejemplo: correr, saltar, rodar, trabajo de piso, cómo entrar y salir del piso, desplazamientos desde el piso y hacia arriba, la interacción con otros cuerpos y con el espacio. Dominar estas destrezas me ha tomado mucho trabajo y entrenamiento en el estudio de danza. La repetición de movimientos ayuda a fortalecer el cuerpo y descubrir las variantes de cada ejercicio.
De este proceso salieron las primeras prácticas de mi propio método de enseñanza, en el que se combinan varias técnicas, se juntan y fusionan, con el fin de brindar bases sólidas que ayuden al actor o bailarín a desenvolverse con su cuerpo y, a la vez, a entender que un cuerpo es un cuerpo y todos estamos constituidos de una estructura física que, cuando aprendemos a trabajar desde principios básicos, logramos dominar conscientemente nuestros movimientos y así tenemos la libertad de navegar y construir en diversos espacios y tendencias.
En mis clases busco ofrecer herramientas que aporten a la construcción de pilares sólidos, para que los y las bailarines(as) entiendan que cada cuerpo es distinto y que por esta razón la forma no se puede copiar; que sepan que es más efectivo tener bases fuertes y desde ahí desarrollar movimientos propios que estén acorde con nuestros propios impulsos. Creo que esta manera de enseñar ayuda también a desarrollar la creatividad ya que las bases son sólo el inicio de miles de posibilidades de movimiento. Con este fin, utilizo técnicas como la biomecánica, que es el estudio del cuerpo y su correcta postura para mover cada parte y extremidad. Es fundamental para ejercicios de estiramiento; por ejemplo, es necesario saber que cuando una parte del cuerpo se estira, otra debe estar estática. Imaginemos: si lo que se quiere estirar son las piernas, entonces la pelvis debe estar en una postura neutra manteniendo la espalda alineada. Si la intención es estirar los brazos o la parte alta del cuerpo como cuello y hombros, el torso debe estar en postura neutra y alineada. De igual manera para torsiones de la columna y rotaciones de las articulaciones, así evitamos lesiones y los resultados son más rápidos y efectivos. En mi experiencia, crear contenidos de biomecánica aporta a la formación profesional. El trabajo de piso, por otro lado, es una de las herramientas más eficientes, desarrollada en los años 80 ‘s por varios coreógrafos y compañías. Abrió una puerta a la danza y al movimiento escénico. Dicha técnica se basa en la utilización del piso como referencia para alinear el cuerpo a una plataforma plana; en reconocer nuestro propio peso y utilizarlo para fortalecer la musculatura. Cuando el cuerpo y la mente dominan esta información, las posibilidades de movimiento se amplían y nos permiten indagar los límites que cada vez estarán más lejos. Trabajar en el piso también ayuda a trabajar la liberación de energía, a soltar el peso y a utilizar la gravedad a nuestro favor. Cuanto más peso se libera más se expande el cuerpo, este ha sido uno de los ejercicios más difíciles de lograr y se puede ver claramente cómo en la danza se enseña, generalmente, a acumular tensión, a sostener y contraer, pero casi nunca a liberar; por esta razón intento enseñar y desarrollar la ley del menor esfuerzo.
En mis clases, además, trabajo la dirección del movimiento. Es increíble cómo cambiando una pequeña cosa en la mente se puede facilitar tanto un movimiento y, además, al cambiar la intención el lenguaje es más claro y directo; algo que el espectador puede percibir inmediatamente. Se trata de reemplazar la fuerza por la dirección. Cuando tenemos claro hacia dónde estamos yendo, viajamos por el espacio con soltura y si conscientemente direccionamos el movimiento, el cuerpo responde de una forma más eficiente. Liberando la energía, con una dirección clara, las posibilidades creativas también se amplían.
El trabajo en pareja o partnering es una de las técnicas que he insertado en mis clases ya que ha estado y está presente en la mayoría de mis procesos creativos. Por ese motivo, he buscado talleres con maestros que han sido referentes del trabajo en pareja a nivel mundial; con ellos encontré la importancia de ir a la base. De otra manera es mucho más difícil y hasta peligroso intentar ejecutar ciertos movimientos en general pero, sobre todo, en partnering ya que es una técnica muy acrobática con la cual se lleva el cuerpo al límite. Cargamos otros cuerpos y somos cargados, interactuamos constantemente utilizando el peso. Con esta técnica entendí la importancia de empezar de cero, con el simple contacto superficial. La piel es el órgano más grande del cuerpo y de ahí parte la comunicación sensorial. Este principio no se puede saltar del proceso de aprendizaje ya que, si no entendemos ese simple contacto, es peligroso intentar una cargada. Existen diferentes niveles de recibir y ofrecer peso, ese es el siguiente paso. Para esto es primordial tener claro y ser conscientes de nuestro propio peso; así nos protegemos y protegemos al otro. Otros factores entran dentro de esta técnica: la dirección, el centro fuera del eje, la escucha, la coordinación, la caída y la suspensión, entre otras.
Utilizo la improvisación en las clases como medio de investigación. A través de estos ejercicios logramos encontrar, de manera muy personal, recursos de movimiento, recursos de composición espacial, ejercitamos la creatividad ya que estamos en busca de nuevas propuestas, nuevas sensaciones, salir de la zona de confort. En casi todos los procesos creativos en los que he trabajado, he utilizado la improvisación como recurso para generar material coreográfico. La improvisación como recurso pedagógico se practica poco y creo firmemente que cuanto más improvisamos, más capacidad de generar material y con más rapidez tenemos.
Como mencioné antes, también utilizo otras técnicas y métodos con los cuales he alimentado mi proceso creativo y que, creo, aportan de una forma efectiva a la formación de bailarines. Artes marciales como el aikido o el tai chi poseen ejercicios de base y trabajo energético que se aplican a la formación en danza. Del yoga he sacado muchos estiramientos y el ejercicio en unísono con la respiración, además de la conciencia de una buena postura para lo cual he utilizado la biomecánica en todas mis clases. Feldenkrais y Alexander son parte también de mi trabajo como profesora; lo que saqué de ese conocimiento cambió mi mente y cuerpo y lo voy transmitiendo en mis clases desde mi propia asimilación; intento transmitirlos de la mejor manera para darle un sentido al trabajo formativo.
Trabajo en docencia desde el año 2007; desde entonces he impartido clases en diferentes formatos. Durante seis años seguidos mantuve una plataforma de formación permanente, impartiendo clases cinco días a la semana. Para esto gestioné varios espacios y con algunos logré concretar acuerdos temporales. Empecé un año en el Centro Cultural Mama Cuchara, luego un año y medio en Humanizarte, gestioné un espacio en el Instituto Tecnológico Ispade en cual trabajé durante dos años y gestioné, junto con el colectivo Movimiento Centrífuga, la plataforma de formación y difusión de danza Quito Concreto, la cual estaba bajo mi dirección.
Quito Concreto, se basó en abrir una plataforma de formación internacional para aspirantes de danza y teatro. Los talleres tuvieron enfoque en técnica y en creación para espacios no convencionales; para esto contratamos diez maestros nacionales e invitamos a cuatro maestros internacionales. En total se dieron catorce talleres en tres meses de apertura a 43 participantes. A este proyecto aplicaron más de sesenta personas; los talleres fueron gratuitos. Luego el proyecto entregaba los recursos económicos y logísticos para que los y las participantes se motivasen para crear un montaje en un espacio no convencional en la ciudad de Quito y, finalmente, la última etapa fue un circuito de funciones en cinco espacios del Centro Histórico de Quito, empezando en el Centro de Arte Contemporáneo y terminando en el Parque Itchimbía. El proyecto duró siete meses gestionado totalmente por Movimiento Centrífuga. El propósito fue aportar a la ciudad de Quito y a la comunidad de artes escénicas de la ciudad espacios de formación y creación accesibles, brindar la oportunidad de ser artistas activos y que la comunidad notase que los espacios están y que solo hace falta la iniciativa para gestionarlos.
Luego, junto con Movimiento Centrífuga, coordinamos el Estudio Abierto de Artes Vivas del CAC. Ahí impartí clases permanentes y talleres durante dos años. El estudio abierto tenía como propósito la coordinación de un espacio para talleres y funciones abierto a las artes escénicas permanentemente. Dentro de esta propuesta gestionamos el Proyecto Ruta, que se enfocó, nuevamente, en la formación y difusión de la danza pero, esta vez, en un formato internacional con artistas de gran trayectoria. En este proyecto invitamos a maestros como Laura Aris, Álvaro Esteban y La Macana, referentes de la danza contemporánea con gran trayectoria a nivel internacional, los talleres se realizaron en el CAC y las funciones en el Teatro Variedades; además se estrenó por primera vez en Latinoamérica la película “Hereafter” del reconocido coreógrafo y fotógrafo Wim Vandekeybus. La proyección se dio en el Teatro Variedades seguida de una charla abierta al público liderada por Laura Aris ex bailarina de Última Vez de Wim Vandekeybus. El propósito de este proyecto fue, principalmente, ofrecer a bailarines profesionales del Ecuador la oportunidad de acceder a talleres y funciones de tal envergadura sin tener que invertir tanto dinero en viaje, hospedaje, etc. y los elevados costos que tienen estos talleres en festivales en Europa.
Durante esos años, además de gestionar e impartir clases en la plataforma permanente, fui invitada a impartir talleres intensivos en algunos espacios académicos como el Centro Cultural de la Unam Casa del Lago México, Shawl Anderson dance center Berkeley USA, Festival Internacional Fronteras México, Compañía Nacional de Danza, Universidad de Cuenca, Universidad Federal de Salvador de Bahía, Pontificia Universidad Católica de Lima, 100 Grand dance studio New York City entre otros.
Después de coordinar el estudio abierto de artes vivas en el CAC, entré a trabajar en la CND por segunda vez; ahí impartí algunos talleres al elenco y otros abiertos al público, además de participar como docente e intérprete en dos ediciones seguidas del encuentro Vivamos la Danza.
Actualmente, y con la situación que impera en el mundo, al igual que muchos bailarines tuve que reinventar el método de enseñanza, sabiendo que aunque varias dinámicas se pierden, aparecen otras que obligan al bailarín a estar más atento, más consciente de su entorno-espacio. Para mí el lenguaje toma una importancia más presente que antes ya que es la única forma de transmitir un movimiento que pasó de ser tridimensional a bidimensional. En las clases virtuales entran aspectos a los cuales debo darles más tiempo como son la coordinación, la dirección y la especialidad, porque mirar una clase a través de la pantalla no tiene nada que ver con estar en vivo. Sin embargo, me parece una oportunidad para aprovechar y mirar un poco más hacia adentro, encontrar nuestra propia espacialidad y direcciones. Creo que no todo está perdido, algo bueno saldrá de todo esto y, mientras tanto, seguimos bailando.
Noviembre 2020
