Javier Contreras

Recientemente, una persona de derecha me llamó -iluso idiota- y se empeñó en educarme en la tributación a los datos “objetivos” y las razones “inevitables” del mercado. Le contesté que prefiero ser ese posible idiota ingenuo que un -cínico razonable-. Creo profundamente en la capacidad poética humana, en nuestra decisión de no resignarnos ante lo dado y de imaginar y dar lugar a mundos nuevos (justos, comunitarios, horizontales, nacidos de la confianza y el encuentro). Por eso amo la reflexión crítica, la imaginación artística y la docencia: me parecen territorios de la praxis en las que vamos dando lugar a lo deseable en tanto que justo y compartible. Por eso soy básicamente un docente, un charlador y un escuchador viajero, porque también soy curioso y me encanta inscribirme en esa suerte de conversación universal que entre todas y todos sostenemos. Es verdad que a veces me ronda la angustia porque no soy indiferente, pero no pierdo nunca la esperanza: los esfuerzos de los otros y las otras me dicen que otro mundo está adviniendo siempre.

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