La danza en Ecuador late

Late y explora. Explora y comparte. Los infinitos caminos de vida, de creación, de pensamiento y emoción en la danza se vuelven testimonios y éstos, a su vez, alimentan nuevos universos vivenciales y simbólicos. Así se crea y se escribe la danza. Corazón y pulso para lo uno y para lo otro. Así, no solamente late la danza; laten las letras alrededor de ella. Y, si bien, la letra no es la experiencia, sí la señala, le apunta y le otorga ser para la otra gente, en otros lugares y en otros tiempos. Trascendencia, que le llaman. Por eso los ejercicios de escritura -seguido olvidados dentro del vértigo creativo- son tan necesarios; por lo de siempre: porque acá se ha hecho mucho, porque no nacimos ayer; porque al conocer lo de antes y lo de ahora, a través de la palabra, sentimos varias cosas: valoración, asombro, gratitud, humildad; desde celos y envidia hasta inspiración y admiración; la palabra sentida no nos deja iguales que antes. Escribir es todo un oficio; por eso el escribir sobre tu oficio -acá la danza contemporánea- requiere, en sí, de un ejercicio de valoración. La escritura tiene su propio escenario; su propio cuerpo, su propio piso y cielo; sus herramientas, tonos y ambientes, sus misterios casi eternos y sus sorpresas de luz de cuando en cuando. Acá se juntan ambas, danza y escritura. Juntas laten y lo hacen mejor que bien. Sin embargo falta algo más para la tríada segura (se habrá notado que las mesas de tres patas no cojean): ese algo más es la lectura; su lectura. Danza, escritura y lectura; ingredientes ideales para una petición con sentido: Así, como tú, somos y sentimos, así que míranos… y recuérdanos.

Foto: Christian Masabanda en el Taller “Miradas sobre el Cuerpo” (2019)

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