Vida vacío cambio movimiento...

1. Una foto ilustración de una rama aplastada y seca que parece un ave sobre el cemento.
Foto: Archivo Personal

¿Qué es para ti bailar?

No siempre fue la danza lo mismo para mí; ha ido cambiando mi relación con la danza desde que bailo. De alguna u otra forma de pequeña siempre jugaba con el movimiento, siento que ahí comencé a bailar, disfrutando de experimentarme en movimiento.

Mis búsquedas en un punto siempre fueron las mismas pero, a veces, desde caminos más herrados y algunas veces más precisos; a veces animándome más  a lo que realmente me inquietaba y, a veces, dispersándome por miedo a terrenos desconocidos. Entonces, tomé clases diversas pero siempre me interesaron más cuestiones que muevan a la forma, o sea, lo que hay detrás de la forma, ahondar en eso; que la forma sea una consecuencia de una transformación. Así que, por distintos caminos en la danza, me fui de eso y volví a eso y tanto volví que me dije: “lo que me interesa es eso, por eso regreso otra vez a esa búsqueda que va más allá de la mera forma”.

 

¿De qué se trata eso de ser movida?

De alguna forma, es una danza que se remonta a una ancestralidad, sin tener que ver con el hecho de que tengamos que bailar una danza ancestral, ya que podemos bailar temáticas  de la modernidad también, sino más bien una danza movida por energías y/o seres. Una danza por fuera de la sola voluntad de decidir todo el tiempo qué tengo que hacer, cómo hacerlo y qué forma tomar sino, más bien, dejarse ser decidida por estas fuerzas ajenas a mi control absoluto.

Lo puedo poner como ejemplo en ese sentido, lo he comprobado, lo he vivido. No me refiero a nada hipotético sino que es muy carnal. Todo pasa y ancla en el cuerpo, en la materia. Hasta saber que mi materia es la materia de energías que podrían ser animales y al mismo tiempo muy humanas, por ejemplo. Y eso requiere un entrenamiento.

A  mí no me molesta la palabra entrenamiento; lo tomo como un camino o como llaves para abrir puertas. A eso me refiero con entrenamiento, aunque comprendo que es una palabra también usada en entrenamientos más del ejercicio de rendimiento físico solamente y se la piensa de esa forma generalmente.

Para que suceda eso, a lo que me referí anteriormente, hay que habitar un camino. Como, por ejemplo, habitar y dialogar con diversas energías o, como por ejemplo, deconstruir nuestra educación corporal. Eso ya es toda una técnica y un entrenamiento.

 

Me gusta sorprenderme con la forma cuando la forma es producto de un devenir. Cuando aparece una forma y te encontraste en eso sin buscarlo es porque hay muchos cuerpos que te habitan. Este es el camino que me interesa ahora. También he vivido en la danza la idea de que la forma está primera. Y muchas veces todavía me pasa y todo bien, lo juego, lo disfruto, lo utilizo para bailar, pero no es lo que más me mueve ni me sorprende. Hay gente que quiere eso y todo bien.

El camino al que me refiero, tiene que ver también con dejar lo que está bien y lo que está mal. Esto es parte de la educación corporal; así nos forman y nuestros movimientos son parte de nuestra educación. Y así nos coartamos en nuestras posibilidades de movimiento, deseos, erótica, caminos propios.

A mí me interesa esta propuesta de danza, porque me lleva también a desarmar ciertos binarismos. Siento que hay que desarmar ciertos binarismos. Somos muchas cosas al mismo tiempo y esa es la riqueza. Y también desarmar la educación del con-padecimiento de lo que somos, sentir pena y angustia por lo que somos, o nos pasa y terminamos bailando desde un lugar muy existencialista- dramático propio de la modernidad que no sé si tiene mucho que ver con estas tierras de Sudamérica.

 

Por ejemplo, yo vengo de una ciudad súper psicoanalítica. No digo que el psicoanálisis no sea  necesario, pero siento que al bailar hay que traspasar eso. No digo negarlo, porque somos todo eso. Si no, traspasarlo. Y entonces la tristeza puede convertirse en algo muy cómico o puede ser la tristeza de todo el mundo y no solo del mío, en mi pena.

El otro día bailamos la neurosis, la presión por el orden, el monstruito neurótico. Si me quedo pensando con la cabeza que soy así, y qué pena ser así y demás, en ese mismo instante se acabó la danza. Todo eso se puede potenciar. Me miro desde afuera, no me quedo lamentando lo que soy. Bailo esas fuerzas que luego ya dejan de ser mías.

Eso es un entrenamiento, y no es fácil. Lo digo así pero no es fácil.

Nos compadecemos de lo que nos pasa y transformándonos pueden sucedernos cosas fantásticas, como una burla de la humanidad.

Ser movidas y no compadecernos. A esto también me refiero con ser movides. Espero se vaya entendiendo.

 

Esto que digo no es solo mío; lo piensan y sienten un montón de personas. Son ideas que construyó con y desde otres.

 

Puedo encontrar palabras para ciertas cosas pero, para otras, no puedo encontrar palabras. Es lo que pasa con la colonización de las palabras. Hay algunas palabras que no tienen una descripción porque tenemos que salir de este vocabulario binario en el que fuimos educados.

 

Pero la danza no fue siempre esto que cuento  para mí. Todo esto lo fui encontrando, o todo esto me fue encontrando.

 

Últimamente también me doy cuenta de la potencia que queda minimizada.  La cultura del cuerpo se ha ido dividiendo, la cabeza por acá, el cuerpo por allá. Perdemos potencias. Aprender a estar de manera más global, unificada, y con esto no me refiero a mover todo al mismo tiempo si no, tal vez, por ejemplo,  a no jerarquizar al cuerpo. ¿Qué tal si nos abrimos a las resonancias impensadas? Una sensación de un lugar del cuerpo puede llevarnos completamente a otro lugar impensado donde hay una historia  que nos baile.

Estas son afecciones más que jerarquizaciones preconcebidas.

 

¿Por qué pensarnos por partes? Son conceptos de una educación cultural social  de la modernidad euro céntrica cientificista, muchas veces tomadas en la historia de la danza escénica o más académica.  Pues obviamente hay tendencias en la historia de la danza contemporánea, unidas a sucesos sociales, que no están disociadas de los conceptos que se atribuyen al cuerpo.

 

Por ejemplo, el concepto de fuerza, a darle más duro, lograr más, es un concepto patriarcal; ya bastante nos aprietan muchas cosas de este sistema ¿no?

 

Las técnicas corporales no van disociadas de lo que pasa en la sociedad. Y ahora, que desde el 2000 ya se habla más del patriarcado, hay que inventar otros conceptos: más que buscar cuerpos poderosos,  pensar cuerpos potentes de transformarse. El poder ya fue, necesitamos un montón de afecciones y de potencia expansiva, más que apretante, para estar en el mundo de otras maneras.

Este camino me interesa ahora.

 

Yo busco que el pensamiento se encarne, al mismo tiempo es encarnación del pensamiento. Cuerpos potentes significa otra cosa en el pensamiento y en la sociedad. Me interesa que el pensamiento se encarne en la danza, porque también es un concepto separar el cuerpo y el pensamiento y jerarquizar uno sobre otro. Necesitamos un pensamiento sentipensante. Este es un término del feminismo comunitario, muy hermoso para mí.

 

Un cuerpo puede afectarse desde distintas velocidades. Esto me lo dijo hace poco una profesora: las velocidades son afecciones. No tenemos un mismo tiempo en el mismo cuerpo. Hay un montón de afecciones en una misma cuerpa. Como las hay en el mundo. Poder vivir esas afecciones sin miedo es aprender distintos ritmos.

Como profesora en mis clases, me encanta proponer habitar un camino y, como todo camino, hay que transitarlo, habitarlo para estar en lugares nuevos.

 

Desde la composición también encontré diversos caminos. Por ejemplo, una forma de componer que estoy transitando ahora es que yo antes armaba danzas donde mis pasos eran marcados, tenían una historia. Estaba bailando algo, un exilio, por ejemplo, pero me agotaba tanta marcación. Hace poco hice una performance donde solo tenía tres pautas, tres transformaciones. Todo esto son cosas encarnadas, entrenadas, debes trabajar potencias, velocidades, afectaciones, desarmar cuerpos cotidianos. Voy a trabajar tres propuestas y no sé qué formas precisas tomarán. Voy a trabajar estas afecciones que me estoy proponiendo, distinto a un trabajo escénico que era más tradicional. Pero un trabajo de improvisación implica un trabajo de fuerte entrenamiento

 

¿Enseñas lo que bailas?

Enseño lo que bailo porque trato de pasarlo por mí misma. Pero sí me ha pasado que he enseñado algo que no he logrado encarnar en mí del todo, que aún para mí es una búsqueda poco clara y me ha sorprendido hermosamente el ver qué les sucedía a las personas a las que les proponía eso, clarificándome caminos. Pero siempre teniendo cuidado para no lastimar a nadie. Pero está bueno a veces porque quizás una persona puede cachar eso más rápido, o de otra forma, y te sorprende.

 

¿Cómo aprendes?

Me encanta aprender, siempre estoy haciéndolo. En un momento de la vida me agarró eso de tomar clases todo el tiempo, una tras otra, mucho años, y me sirvió para muchas cosas y era en ese momento lo que necesitaba, pero también  se me generó una dependencia. Luego sentí que necesitaba espacio para hacer con todo eso algo más de lo que venía haciendo. Y más que nada abismarme, hacer mi laboratorio yo misma en la soledad. Explorar tal y cual cosa sola.

 

También aprendo bailando con otres personas. Escucharnos en la diversidad requiere paciencia y práctica. También aprendo tomando clases. También aprendo leyendo. Dando clases aprendo un montón: cómo lo tienes que hacer, qué tienes que decir, qué palabras debes usar, cómo te relacionas con cada persona. Y del error, del darme cuenta de “no era por acá, era por allá”.

 

En diálogo con Javier Contreras, Santiago Harris, Paulina Peñaherrera. Noviembre 2020

Foto: Archivo personal

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