Genoveva Mora

Cuencana con más de medio siglo de vida (67). Haciendo honor a la tradición, me casé a los 18, y desde entonces la aventura de vivir no ha parado. Enviudé a los 21 y con la misma suerte y audacia de la ignorancia me volví a casar. Jugué dos veces a la lotería y me atrevería a decir que la gané dos veces. Tengo cuatro hijos increíbles -como toda madre los tiene- y eso es lo mágico. Siempre quise estudiar, lo planifiqué desde el primer año de casada, pero por diversas circunstancias el sueño se iba posponiendo, hasta que llegó México, ahí hice dos diplomados uno en historia y otro en literatura. Después de esto supe que la literatura era lo que más me llamaba, regresé a Ecuador y cuando ya estaba lista para entrar a la católica, vino el cuarto bebé, así que nuevamente pospuse por 6 años, al cabo de los cuales, finalmente, hice mi licenciatura, luego vino la maestría en estudios culturales y la pretensión doctoral que se quedó en el camino, porque la ruta se llenó de danza y teatro. Fui profesora de colegio a la par que de universidad. Más adelante empecé con Pomaire librería y galería y dejé el profesorado porque inicié el proyecto de El Apuntador, la revista de danza y teatro, a la que dediqué todo mi tiempo. El Apuntador ha sido la trinchera para una serie de proyectos donde hemos conocido, de manera profunda, la danza y el teatro ecuatorianos y su gente. El teatro es también literatura, la danza tiene su dramaturgia y en este país tienen ya un recorrido de largas décadas de las que poco se han ocupado en el campo de la crítica, tarea compleja, que he asumido con rigor y me parece ser el paso previo para construir y generar un pensamiento teórico. Hasta antes de la pandemia el vicio de ver danza y teatro fue intenso, más de veinte años mirando lo posible, robándole el tiempo al cine y a otras artes que también me llaman. Agradezco profundamente a la vida por haberme permitido realizar este trabajo. Amo la lectura, cada libro leído es un banquete, un alimento para mi escritura.

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