Bailo la pregunta, bailo la incertidumbre

Ilustración a lápiz figura de un cuerpo cilíndrico, piernas largas, vientre descubierto.
Ilustración: Mirta Castro

¿Cómo vives la danza en la actualidad?

Me cuesta organizar las ideas y poner en palabras lo que para mí implica esta práctica  vivencial. Para intentar responder esta pregunta pido prestadas las palabras al lenguaje hablado y asumo el ejercicio de nombrar mi transitar por el camino de la danza.  Me es difícil hablar con certeza del estado de un cuerpo que danza. Difícil,  no porque no reconozca con precisión el campo perceptivo que se activa en mí cuando me narro con el movimiento, sino porque para mí el acontecer danzado escapa de cualquier traducción verbal y definición engorrosa que pretenda evidenciar el juego de perderse y encontrarse; reconocerse y desconocerse;  acercarse y alejarse de la idea que unx que tiene de sí mismx, o  de la que ha construido para los otrxs.

 

Y es asumiendo el vértigo que implica el conocerse a unx mismo dentro de un presente cambiante que bailo; como un pretexto para acercarme a mí mismo y abrazarme en este cuerpo que soy ahora.

¿Por qué digo esto? Porque la danza, como fenómeno vivo, sobrepasa lo que se asume como una actividad únicamente física. La danza es práctica integral que no solo abraza lo que sucede en el salón de ensayo o en el escenario, sino que ha de atender lo que sucede por fuera de ellos, incluso atiende a aspectos por fuerza de su esfera disciplinar y se torna como una posibilidad de configurar un proyecto de identidad individual y colectivo. Y es así que vivo la danza, como un camino para preguntarme/cuestionarme de eso que soy y no he querido ser, pero también para descubrir lo que se esconde trás mi corporalidad finita e inacabada.

Vivo la danza como un medio de interacción con los otrxs y el mundo. Entonces, mi danza es un estado cotidiano de relación con la vida. La danza me permite re-crear la existencia, la realidad y los vínculos que necesito para sostener y apostar por un modo distinto de ser y estar. Asumiendo mi corporalidad como una posición política.

 

Entonces ¿es la danza una metodología para ti?

La danza es una metodología porque permite construir procesos, conexiones, caminos, procedimientos, técnicas. Es una forma de hacer algo. La danza es una tecnología. 

En mi cotidianidad, me sirvo de movimientos básicos y de locomoción primarios para vivir y satisfacer mis necesidades fundamentales de la existencia humana. Bajo la influencia de la danza como tecnología, mi condición biológica natural se modifica, enriqueciendo mi capacidad expresiva y expandiendo mi lenguaje corporal. Esta tecnología, dentro de un proceso sistematizado y organizado, moldea mi cuerpo y su potencial.

Así la danza sucede en estos dos lugares; atendiendo, moldeando, configurado el cuerpo físico y en diálogo y conexión con el resto de sistemas simbólicos que sostienen a esa materialidad. Tomando al cuerpo no solo como un elemento para la danza, sino  como un camino para ser un cuerpo en la danza.

 

Frente a este planteamiento ¿cuál es el lugar del cuerpo?

Si pienso en el cuerpo en diálogo con la arquitectura de los espacios urbanos, observamos que éste continuamente responderá a las necesidades y pretensiones del ser humano contextualizado en su contemporaneidad. En la formalidad del diario vivir, el cuerpo se adapta y responde a los órdenes establecidos del sistema pero, ¿qué sucede en los pensamientos y deseos más íntimos de cada individuo? Pues vale la pena indagar, en las diversas formas de ser cuerpo en dichos espacios y replantear otras “arquitecturas del cuerpo” y, con esto, además preguntarnos de qué forma habitamos este territorio que llamamos cuerpo y cómo es que está configurada nuestra propia geografía corporal si tomamos al cuerpo como el lugar que nos permite hacer presencia.

 

Dentro de la danza, el cuerpo y su lenguaje de movimiento, que los bailarines desarrollamos y del que nos nutrimos, es utilizado como un interfaz de comunicación que permita la interacción y el diálogo con la sociedad donde, a través de nuestro accionar, pondremos en evidencia el carácter y la naturaleza de nuestro rol en el ámbito de manifestación de las características propias de nuestras culturas, contextos de los cuales no podemos sustraernos y tampoco del momento histórico en el que vivimos y nos hacemos cuerpo. 

 

¿Puedes profundizar sobre esto? 

Me refiero a que tengo un profundo interés en los movimientos simbólicos. Trato de compartir cómo bailo. La forma informa, sea cual sea la forma corporal dentro de un dispositivo comunicacional dentro de la danza. Existen varios pre-supuestos, varios modos de hacer, varias técnicas que sustentan el accionar del cuerpo dentro de la danza y que devienen en una estética/poética. 

No me interesa el “cómo bailo” (hablando desde el análisis biomecánico). Me interesa movilizarme cobijado por el “qué bailo”. Buscando despertar en alguien las preguntas: “¿qué estoy haciendo con esta danza?, ¿qué me moviliza?” para luego atender al  “cómo lo bailo”. La respuestas a estas preguntas responderán a las necesidades propias de cada proyecto personal y a la posibilidad de crear un propio discurso corporal.

Así, la experiencia del ser cuerpo en la danza y del manejo de herramientas técnicas, favorece la expansión del espectro interpretativo de todo discurso poético que, a la vez, es también cuerpo y discurso político del movimiento para configurar la existencia de un cuerpo individual y colectivo. 

 

¿Cómo ha sido tu experiencia como bailarín dentro de los espacios de compañías de danza?

Poner el cuerpo para encarnar y contar ideas de otrxs colegas del arte del movimiento ha sido una experiencia muy enriquecedora y un reto muy grande. Cumplir las exigencias y las competencias que ha requerido de mí cada uno de los proyectos de los que he sido parte me ha significado un fuerte y comprometido trabajo diario, contínuo y permanente. He podido conocer diversos caminos y aproximaciones al universo creativo. En ocasiones, he encontrado amplias resonancias y filiaciones con las propuestas de algunos coreógrafos y en otras no he logrado conectar con sus metodologías de trabajo, ideologías o estéticas propuestas. Sin embargo, siempre ha significado un camino de aprendizaje reunir varias voces en mis danzas, las cuales también han aportado con la construcción de un estilo y método personales de hacer y estar en la danza.

 

Llevar mi práctica artística en estos contextos muchas veces también me ha significado serios problemas internos. No solo por enfrentarme a un continuo cambio en los códigos interpretativos sino, también, porque he debido callar mi voz creativa para ser portador de un mensaje ajeno a mí y al que  Christian no se suscribiría.

 

Por otro lado, asumiendo los privilegios que significa el ser parte de grupo artístico subvencionado, he podido sacarle provecho a esos espacios y recursos para proponer proyectos de creación coreográfica como es el caso de la Compañía Nacional de Danza del Ecuador; gestionar proyectos artístico-culturales como fue la creación del Encuentro Vivamos la Danza en el 2013; establecer diálogos con otros bailarines través de clases y talleres a la comunidad independientes, así también realizar proyectos de intercambio cultural a través de la las giras locales e internacionales. Además, participar en encuentros y festivales y realizar presentaciones en algunos recintos teatrales muy importantes en Latinoamérica, ha sido una de las grandes ventajas al ser parte de compañías.

 

¿Están tus clases pensadas para todos?

Mi práctica docente gira en torno al cuerpo y a la aplicación de la danza como una tecnología. Para ello, me sirvo de varios elementos que aporten a mi método de compartir la información y acompañar los procesos de formación dentro de la danza. Cada espacio y grupo de personas que comparto presenta necesidades y objetivos específicos y, a partir de ellos, diseño una metodología que nos permita amorosamente cumplir con los objetivos planteados. Sin embargo, al no tener conocimientos pedagógicos para trabajar la danza contemporánea con niñxs, adultos mayores o población con discapacidad. Por un asunto ético no podría asumir la responsabilidad de trabajar con estos cuerpos.

He guiado prácticas que exploran el movimiento corporal, aprovechando la singularidad de cada participante y han sido experiencias de mucho aprendizaje que me han dado herramientas para trabajar con personas que acuden a mis clases/talleres que vienen desde otras campos de investigación de la danza o desde cualquier otra práctica corporal (teatro, circo, fisioterapia, etc). Trabajar con todas estas corporalidades, me ha ayudado a estudiar e investigar más el movimiento humano rebasando las líneas categóricas de la danza para pensar, más bien, en la capacidad expresiva de los cuerpos desde su condición natural.

 

¿Puedes hablar de tu práctica docente?

Mi práctica como docente se suscribe a la idea de acompañar procesos de autoconocimiento y formación de seres humanos integrales a través del estudio del cuerpo y del movimiento, con sólidas bases teóricas y prácticas para el desarrollo profesional en los amplios campos de la danza. Me gusta pensar en las clases y salones de ensayos como lugares donde pueda propiciar el diálogo y el intercambio de experiencias y conocimientos entre todos quienes participamos de estos encuentros.

Asumo la docencia como un proceso de enseñanza-aprendizaje, como un espacio de indagación sobre nuestros propios procesos; como investigaciones que propongo con un enfoque multidisciplinario, buscando siempre un sustento metodológico que provea a los estudiantes de la plasticidad suficiente para desarrollarse de acuerdo con su interés profesional y en respuesta a las demandas de la sociedad actual.

Como docente, busco siempre que mis propuestas pedagógicas tengan incidencia en el campo del arte y en la formación integral de las personas con las que comparto. Me nutro de variadas metodologías y recursos didácticos con el propósito de generar procesos de reflexión y  práctica desde la formación, creación e investigación dancística, como una acción comunitaria y como forma de potenciar el aprendizaje, el conocimiento y el diálogo contínuo con nuestros contextos.

 

¿Cómo fue tu aproximación a la danza?

Después de haber estudiado algunos años de la carrera de medicina, descubrí que esta experiencia me dio la bienvenida a un camino de indagación y conocimiento de lo que es un cuerpo y a cómo, a través del movimiento, un nuevo mundo sensible y poético se abría para mí. La medicina me llevó a plantearme ciertas preguntas alrededor de los cuerpos y sus singulares maneras de hacer presencia a través del movimiento dancístico.

La danza siempre estuvo muy presente en mi entorno cotidiano. Soy de Ambato y, por tradición familiar, en el pueblo donde nací y crecí la danza tradicional siempre estuvo ahí para configurar y ensayar el cuerpo social. Al llegar a Quito en el año 2000,  estudiar medicina y formar parte del Ballet Andino Humanizarte, conocí la danza, clásica y contemporánea y así me uní a la formación para bailarines en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Desde entonces, sigo más interesado no únicamente en lo que puede un cuerpo, sino en aproximarme a contestar las preguntas ¿qué es el cuerpo? ¿cómo es un cuerpo que danza? ¿cómo se es un cuerpo en las Américas? Han pasado los años, de a poco me estoy alejando de los convencionalismos de la danza como disciplina artística y aún no encuentro las respuestas. Así que mejor bailo, aunque ahora me pregunto ¿por qué y para qué  bailo? Y como desde la razón no se puede encontrar respuestas certeras, he de seguir bailando hasta que el cuerpo aguante.

  

¿Qué es lo que más te interesa en los procesos de enseñanza aprendizaje? 

Una revisión crítica de las implicaciones que tiene la práctica docente, los programas de formación artística y las ofertas educativas en la danza contemporánea. Es de mi interés reformular y refrescar continuamente mi propio ejercicio de enseñanza-aprendizaje ya que, más allá del currículo y los contenidos disciplinares que se comparten dentro del salón de clases, la información implícita y las pedagogías invisibles abarcan una gran cantidad de micro discursos de los que hay que estar conscientes para identificar el poder de acción que estos elementos tienen sobre los sujetos a los que se guía y acompaña en su formación artística. Veo a la formación en, para y con la danza, como una apuesta política en la formación de sujetos, por lo que debemos contar con la voluntad y los conocimientos para transformar el acto pedagógico en un ejercicio para la práctica de la democracia, con códigos abiertos y conectados con el intercambio multidireccional de información, experiencias y conocimientos para la formación integral de bailarines.

 

Estoy interesado en el aprendizaje por descubrimiento y no por repetición de calcos. Como bailarín, me estreso cuando recibo una sobrecarga de información técnica con la que te invitan a iniciar un ejercicio de memorización y repetición mecánica. En contraposición con estos métodos, me interesan los espacios donde el conocimiento se genera y circula de forma dinámica, cuidadosa, ética, afectiva y en actos de colaboración y retroalimentación, atendiendo al desarrollo no únicamente de habilidades psicofísicas, sino también de procesos que atiendan al desarrollo de actitudes emocionales, afectivas y sociales.

 

¿Quieres agregar algo para cerrar este diálogo?

Más allá de las certezas, que en este presente pandémico no son fáciles de  establecer, sí me parece necesario e importantísimo atender, revisar, cuestionar y replantear las prácticas pedagógicas y dinámicas de micropolítica en nuestros entornos próximos, dentro de cualquier esfera de la existencia humana. Parece sencillo, pero no lo es. En estos complejos tiempos, donde la muerte, la violencia, la incertidumbre y las pérdidas están al orden del día, nos vendría bastante bien apostarle a la creación de honestas redes colaborativas, autoconvocarse a participar en una minga para construir espacios de formación y producción artística más afectivos y en los que se pueda cuidar la energía, la información y el conocimiento que generamos y compartimos dentro y fuera de los salones de ensayo. Esto no deja de ser un riesgo, porque nos podemos equivocar y habrá que dar la cara y asumir las consecuencias.

Vivir sin certezas. Actuar con criterio propio, enfrentándose a la duda y la inseguridad, es el signo de nuestra época y bienvenida sea para pensarnos como seres empáticos y diversos. Asumiendo el amor, cuidado y afecto como un método de cambio y como una profunda acción política en todos los espacios de formación y producción dancística y donde bailar con el otrx sea una apuesta política por construir una comunidad que abraza nuestras diferencias.

 

Y para terminar, me gustaría compartirles un senti-pensar a propósito de la necesidad de ser fiel al vrales, diversas y polirrítmicas.

Bailemos de todas las formas posibles.

Bailemos con dos pies izquierdos, equivocando el paso, fuera de cuentas.

Bailemos danzas mínimas, domésticas, con brincos, vuelos y saltos.

Bailemos danzas que nos muevan y nos conmuevan.

Bailemos por la vida, por el amor, la alegría y el respeto.

Bailemos por los que ya no están.

Bailemos por los que siguen, persisten, resisten y se quedan.

Bailemos por los que se adelantaron y allá nos esperan.

Bailemos en soledad, de a dos, de a muchos, de a todxs.

Bailemos.

Bailemos.

Siempre bailemos.

CHOMPO

 

En  diálogo con Gabriela Paredes y Paulina Peñaherrera. Noviembre de 2020.

En blanco y negro. Son dos manos, la una se ve sobrepuesta desde la muñeca hacia arriba. En una apariencia de manos en secuencia.
Foto: Maricela Rivera

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